I like it

I like it
Take me to the place i love ... Take me all the way

28 de agosto de 2010

La chica de los tira y afloja.

- Creo que es tarde. Debería volver a casa antes de que mi madre se enfade -dijo ella mientras miraba la hora en su móvil.
- ¿Ya? No son más de las once.
- Lo se, pero tuve bronca con ella y me castigó -sonrió y se levantó. Inmediatamente Matt la siguió.
- Te acompaño -se excusó mientras se sonrojaba un poco.

"Soy idiota. Rematadamente idiota" pensaba una y otra vez mientras se alejaban del césped donde habían pasado la tarde donde ella le había dado su papel. Él lo había cogido, ávido de leerlo, pero ella no lo soltó. "Te lo daré cuando me marche, y lo leeras cuando estés solo" le había dicho antes de guardarlo de nuevo en su gran bolsa negra. "Oh venga ya" contestó él, pero ella no cedió y con una sonrisa, le preguntó por su semana, cambiando el tema, obligando a desviar su mirada.

Y ahora caminaban hacía su casa mientras hablaban mucho sin decirse nada. Se había prometido a sí mismo que hoy lo haría. Que hoy hablaría con ella. Que pondría las cartas sobre la mesa, aún a sabiendas de que no llevaba más que una pareja de reyes y que había apostado a todo. Aún a sabiendas de que estaba en juego mucho más de lo que imaginaba. Aún a sabiendas de que iba de farol.

¿Por qué no lo hacía ya? ¿Por qué no la paraba, la obligaba a escucharle y le contaba de una vez por todas lo mucho que la necesitaba? ¿Por qué no la explicaba por qué no quería perderla? ¿Por qué sentía las manos frías cuando él nunca sentía frío? ¿Por qué su corazón latía a mil por hora, como si hubiese subido y bajado las escaleras de su portal diez veces? ¿Por qué?

Mientras hablaban, observaba el cielo, oscuro y nublado, mientras se preguntaba todas esas cosas y respondía sin prestar mucha atención a sus preguntas. Ella malinterpretó su sequedad en las respuestas y calló.

La lluvia hizo su aparición cuando se adentraban en el barrio de la chica. Ella tuvo que parar varias veces a saludar a vecinos, o a conocidos, los cuales hablaban y hablaban, salvando el silencio que había aparecido a lo largo de la caminata entre la chica del pelo bonito y el chico que componía canciones.

Y ella les saludaba con alegría, y hablaba con ellos, y sonreía, y respondía a sus preguntas, y preguntaba por sus seres queridos. Y mientras tanto Matt se quedaba aparte, observando como actuaba. Respirando su olor disimuladamente. Contemplando su sonrisa. Rememorando las noches en su casa. Recordando el beso en el banco de una calle cualquiera. Buscando el valor y la decisión para explicarla sus sentimientos.

Y así, sin tiempo a darse cuenta, llegaron a su portal. Ella se giró.

- Gracias por acompañarme, Matt.
- No te iba a dejar sola. Seguro que te encuentras con una banda de degenerados sexuales que te quieren pervertir y te llevan a rastras para hacerte suya -dijo sarcásticamente. Sin embargo no dejó asomar ni una pizca de su frustración en sus palabras.

Ella rió.

- Eres idiota, Matt.
- Entre otras cosas, lo sé -respondió con una sonrisa.
- También tienes cosas buenas.
- Es cierto. Toco la guitarra en un grupo. Y tengo una casa casi siempre sola, lo que me permite montar fiestas y pasarlo bien.
- Egocéntrico -le reprendió.
- Entre otras cosas.

Rieron.

- He de irme ya, Matt. Llamame. O te llamaré. O lo que sea -dijo mientras se acercaba y le plantaba un beso en la mejilla, a modo de despedida.

"Venga Matt. Actúa. Joder Matt, actúa antes de que se largue"

- Elena -la llamó antes de que entrase en su portal.
- Dime Matt.

"Venga tío. No es tan dificil. Sólo di lo que sientes"

- Yo... Tengo que decirte una cosa. Bueno. Varias cosas.
- Espera un momento.

Llamó al telefonillo. La voz de su madre sonó irritada cuando contestó, pero tras una mala excusa, la permitió subir a casa quince minutos más tarde.

"Vale. Tienes tiempo. Quince minutos. Genial. Venga, Matt, venga tío, venga"

Se sentaron en un banco que se hallaba a pocos metros de su portal, pero oculto por el tronco de un árbol.

- Así mi madre no nos verá. ¿Qué querías decir?

Tragó saliva.

Allí estaban. Ella, sentada con las piernas cruzadas, mirándole expectante. Sus ya típicas converse reposaban sobre la madera húmeda del banco. Sus pantalones vaqueros, rotos por algunos lados, y su camiseta de manga larga negra realzaban su figura. Sus labios estaban contraidos en una mueca de curiosidad. Y sus ojos. Sus ojos de color indescriptible estaban clavados en los del chico. Su mirada curiosa le perforaba.

Y no pudo aguantar más.

- Elena... Yo... No sé como empezar a hablar. Como explicarte todo. Como contarte cada una de las cosas que siento. Lo he estado pensando durante mucho tiempo. Y he llegado a la conclusión de que no existe manera no empalagosa y no cursi de decirlo.
- ¿Estás seguro?
- Lo estoy. No pretendo hacerte sentir incomoda, y mucho menos que tengas que responderme de la misma manera. Es más, ni siquiera sé que es lo que pretendo. Bueno, si, claro, pretendo contartelo. Pero no sé para qué. Y estoy confuso. Y vale. Si. Me callo -dijo escupiendo las palabras.

Tomó aire.

- Es la primera vez que le digo algo así a una chica antes de que ella me lo diga a mi. Es la primera vez que me toca dar el paso a mí. Es la primera vez de muchas cosas, y también es la segunda, o la tercera, o cualquier otro número, de otras cosas. Y ya me estoy desviando. Y no debo hacerlo. Y no puedo evitarlo. Y si, espera.

Volvió a tomar aire. Las palabras salían solas, sin poder controlarlas. Su sinceridad abrumaba al propio chico. Decidió terminar cuanto antes.

- Matt... -empezó ella. Pero con un gesto la hizo callar. Él se acercó a ella, hasta que su olor llegó a sus fosas nasales, nublando sus sentidos. Su confusión interna y la que ese olor le causaba hicieron mella en él.

Respiró, inhalando más aún su olor.

- Te quiero, Elena. Y es difícil que no suene empalagoso algo que en sí mismo, es empalagoso. Pero es más difícil sentir lo que siento. Y más aún, es el hecho de aceptar que estoy enamorado de ti. Y sin embargo, es fácil darse cuenta de ello. Y lo que quiero decir con tantas tonterías no es más que... Joder Elena. Que te quiero. Si. Que Matt, el chico de hielo, el chico que jugaba con las chicas y nunca demostraba sus sentimientos, está enamorado de ti.

Y la sonrió. Y se acercó, inconscientemente. "No debes besarla. Dejala asimilarlo, idiota. Vuelve, vuelve atrás"

Pero dejó de hacer caso a su voz interior. Dejó de preocuparse por el chico de la moto. Dejó de importarle todos los Jesuses del mundo. Dejó de sentir su nerviosismo. Dejó que su frustración huyese, lejos de ese banco oculto tras un árbol. Dejó que todos los acordes de su cabeza fluyesen, a velocidad abrumadora. Dejó que todas las palabras que nunca supo decir acudiesen a sus labios, aunque no las dijese. Dejó de interesarse por la física, por la anatomía y por las matemáticas. Dejó de sentir la humedad del banco. Dejó salir sus sentimientos. Dejó todo eso y más, cuando los labios del chico de las emociones intensas y confusas posó los labios sobre ella.

Y entonces dejó de preocuparse por el viaje que iba a emprender del que podría no salir bien parado.

¿Qué más daba todo? En el fondo sabía que podría acabar hundido. Que podría dejar de ser él mismo.

Pero sabía que nunca olvidaría a la chica de las converse rosas. A la chica de la sonrisa inoxidable. A la chica de los tira y afloja.

A Elena.

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