I like it

I like it
Take me to the place i love ... Take me all the way

25 de agosto de 2010

Tonterías en un papel.

El coche frenó en seco antes de llevarse por delante al chico, pero este ni se inmutó. Continuó andando con las manos en el bolsillo, los cascos en los oídos y la guitarra en la espalda. El conductor le dirigió unas palabras poco elegantes e hizo sonar el claxón para llamar su atención. Pero Matt no le miró y siguió andando, perdiéndose entre la muchedumbre de la capital.

Había vuelto a su vida anterior. O al menos parcialmente. Volvió a ensayar con los chicos, y recuperó algunas clases de canto. Asistió de nuevo a las clases y volvió a quedar con sus amigos. Recuperó su habitual sonrisa y bromeaba como había hecho siempre. Pensaban que había vuelto a ser el mismo Matt de siempre. El chico alegre y seguro de sí mismo que sonreía cuando nadie tenía ganas, y aquel que animaba siempre a seguir intentando las cosas.

Pero Matt no era el mismo. Nunca sería el mismo.

La llamaba cada dos días al teléfono simplemente para hablar. Quedaban con bastante frecuencia para ir a comprar material de estudio, o para comprar una púa, o para visitar una tienda de música nueva, o para comprar un café y tomarlo sentados en el césped húmedo por la lluvia de cualquier parque, o para andar y andar hasta que sus piernas pidiesen un descanso, o tomar unas copas en cualquier bar perdido en una esquina olvidada, o para visitar las cosas más tontas pero más graciosas de la capital. Escribían tonterias, y cuando quedaban leían las que había escrito el otro. Y reían al leerlas.

Si, era fantástico. Había recuperado su antigua vida. Y la tenía a ella. Sólo había un gran problema.

Desde aquel día en el banco, no había vuelto a haber más besos. No habían hablado del tema. Matt se había alejado, pensando que la incomodaría un excesivo acercamiento. Y le costaba horrores no poder coger su mano cuando estaban sentados en cualquier sitio y reposaba sobre su regazo. Y le costaba mucho no poder acariciar su piel e inhalar su olor. Y le costaba mucho más no poder acercarse y posar sus labios en los de ella. No poder acallar algunas de sus conversaciones acaloradas con un beso.

Y se consideraba un enfermo empalagoso, pero él había asumido su nueva personalidad. Y tenía su vida. Claro que la tenía. Tenía sus amigos. Tenía su grupo. Tenía su guitarra. Tenía su casa sola, y su dormitorio vacío. Tenía chicas con las que podría satisfacer sus necesidades físicas. Tenía dinero. Tenía alcohol, botellas y botellas de alcohol, junto a copas que se llenaban y se vaciaban fácilmente a una velocidad abrumadora. Tenía educación. Tenía una vida.

Y claro que podría sobrevivir sin ella. Se había empeñado en que no. Pero podía hacerlo, lo haría. Si. La quería. La amaba. Pero si ella le mandase a la mierda, él tarde o temprano lo superaría, y su imagen y su olor pasarían a ser un recuerdo. Si. Pero él no quería que eso sucediese. No quería que fuese un recuerdo. No quería que le mendase a la mierda. No queria ir al ranking de chicos que habían desaparecido de su vida.

"Es ley de vida" decían unos, "Una puerta se cierra y otra se abre".

Su puerta estaba muy abierta. Esa puerta se había abierto con brusquedad. Y el golpe de esa puerta al chocar con la pared había hecho que los pedazos bien colocados de la vida del chico se hubiesen caido al suelo, y algunos se hubiesen roto. Y había dejado una marca en la impoluta pared. Pero la luz que había entrado por la puerta había iluminado todo. Le había permitido ver con mayor claridad el lugar en el que habitaba, y se había dado cuenta de los desperfectos, y de donde se hallaban, y ahora podía arreglarlos. Y se había acostumbrado a esa luz, que iluminaba la habitación mostrando cada uno de los desperfectos. Y si la puerta se cerrase, la marca de la pared seguiría en su sitio. Los objetos caídos no habrían vuelto a su lugar. Los desperfectos volverían a ocultarse en la oscuridad. Y la habitación se sumiría en una extraña y vacía penumbra.

Y Matt no quería eso.


Abrió la puerta de casa, tiró las llaves al sofá y encendió las luces. El salón estaba horrible tras la reunión de amigos de esta mañana en su casa. Tenía que pensar en recogerlo. Las bolsas de patatas, las latas de cerveza y los cigarros en los ceniceros se habían acumulado de una manera soprendente, sin que Matt se diese cuenta.

Comenzó a recoger el salón, mientras sus pensamientos dibujaban acordes en su cabeza. Antes de cenar, tras volver del ensayo, era su momento de relax. Solía tumbarse en el sofá y pensar en acordes y más acordes, hasta quedarse en un estado de duermevela que adoraba, ya que le alejaba de la realidad y le permitía soñar. Estaba deseando terminar de recoger para poder tumbarse en el sofá cuando su móvil sonó. Un nuevo mensaje.

Cogió el móvil de la mesa y lo desbloqueó. Era de Elena. Tragó saliva y lo abrió.

Nada importante. Le contaba que había tocado entera la canción en la que estaba insistiendo con el piano estos últimos días, sus clases habían sido aburridas, y le proponía quedar al día siguiente. Matt no pudo evitar llamarla.

Hablaron alrededor de una hora. Rieron y compartieron sus respectivos días. Ella estaba contenta y se notaba en el tono de su voz, y a él le agradaba mucho escucharla feliz. Quedaron el día siguiente, a las cinco de la tarde, en el banco donde solían quedar siempre. Dijo que le iba a traer una sorpresa. Matt sonrió y dijo que no le gustaban las sorpresas, pero ella se negó a decir nada. Simplemente le dijo que era una de sus múltiples hojas con tonterías escritas.

Ella colgó tras excusarse porque sus padres habían llegado a casa. Matt se quedó mirando fijamente la pantalla del móvil varios segundos. Después rió para sí mismo y lo dejó en la mesa mientras volvía a su tarea de recoger.

Si. Lo tenía clarísimo. Él quería a esa chica. La quería con toda su alma. Y al dia siguiente iba a decírselo. Iba a explicarla sus sentimientos.

Elena iba a saber cada uno de los sentimientos del chico.

Iba a saber que la quería. Que pensaba en ella casi constantemente y que escribía y componía por y para ella.

Iba a saber que la amaba.

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