I like it

I like it
Take me to the place i love ... Take me all the way

22 de agosto de 2010

Dolor de cabeza.

El telefono móvil sonaba. La vibración y la canción se repetían, una y otra vez. Y el dolor de cabeza no ayudaba a mejorar su mal humor. Cogió el telefono y miró la pantalla. Cuatro llamadas perdidas de Javi y dos mensajes.

- Oh mierda -exclamó mientras se levantaba, sobresaltado. Pero ese movimiento tan brusco no hizo más que marearle y tuvo que sentarse en la cama. En su cama. Estaba en su habitación.

Miró el despertador. Las tres de la tarde. ¿Cómo había podido dormir tanto? Trató de recordar que había pasado la noche anterior.

Había ido al bar... Se había despedido de Javi... Había bebido mucho... Había corrido a la escuela de música... Había seguido a un grupo de jóvenes... Se había escondido y espiado un botellón... Había visto discutir a Elena y a una amiga... Y había visto como Elena se subia y se largaba con el tal Jesús... Y había corrido al local del neón...

Si. Se había parado en ese local. Y había visto la moto de Jesús aparcada a un lado, entonces había sabido que allí estaba Elena. Y había oido su risa. Su maravillosa risa salía de una de las ventanas iluminadas del local, y también se escuchaba la voz de otro chico. Y parecían pasarlo muy bien. Y no le echaba de menos.

Claro, ¿por qué iba a hacerlo? No era sino otro más. Uno más. Y fue entonces, bajo la fría lluvia de Noviembre, enfrente de un local abandonado y habitado por vagabundos. Ahí, con el corazón latiéndole a mil por hora, con los pantalones manchados de barro y sobretodo, con una desesperación jamás sentida antes. Fue ahí cuando se dio cuenta de lo mucho que necesitaba a la chica de la sonrisa bonita. Lo mucho que la quería.

Y fue entonces cuando se dio cuenta de que era demasiado tarde. Que ahora que se daba cuenta de sus sentimientos, ella estaba con otro chico. Que no iba a ser violada, como su amiga borracha pensaba. Que ella prefería pasar la noche con ese chico antes que con él.

Y entonces todo su autocontrol se esfumó. Y gritó, y pegó una patada a la moto, y salió corriendo de allí, huyendo del local, y atravesó calles y calles hasta llegar a una parada de metro donde saltó y se sentó en el banco, esperando el vagón. Y fue allí, en esa parada perdida, sin la compañia de nadie donde rompió a llorar.

Las lagrimas caían por su cara, y sabían saladas, y era la primera vez que perdía de esa manera los estribos, y lo sabía, y lloraba con más intensidad. No podía evitarlo. Y esas lagrimas eran amargas. Y él la quería. Y ella a él no. Y eso le dolía. Mucho.


Su comportamiento había sido muy infantil, y se avergonzaba de ello ahora que estaba tranquilamente sentado en su cama. Su cabeza le permitía pensar algo más que la noche anterior y aunque no estaba del todo lúcido, pudo apreciar todo aquello.

Recordó también el dolor que había sentido al darse cuenta de que era uno más. De que la chica a la que quería estaba con otro. Y cerró el puño con rabia, mientras sus músculos se tensaban. Se sentía frustrado y enfadado, y notaba ese dolor lacerante que relacionó con los celos. Pero no estaba desesperado. Ya no.

Matt se levantó, y el mareo volvió a aparecer, pero se impusó a él y fue a asearse. Se duchó y se afeitó y fue a la cocina a tomarse un café que le ayudase a despejarse. Mientras el café se estaba preparando, él se sentó en la encimera y se pusó a pensar de nuevo. Pensó en ella. Y en lo que significaba que la quisiese.

Nunca antes había querido. Bueno, si lo había hecho. Pero habían sido encaprichamientos tontos. Cuando había conseguido enamorar a esa chica, se le pasaba y se olvidaba de ella. Había hecho mucho daño a bastantes chicas, aprovechándose de ellas sin importarle sus sentimientos. Era cómico ver como ahora era al reves.

Sonrió sin poder evitarlo. Iba a tomarselo lo mejor que pudiese. La quería, pero solo tenía que olvidarla y entonces volvería a ser él mismo. "No es tan díficil", se decía mientras bebía el café. "Llamaré a Javi, y quedaremos para ensayar, y le contaré todo" pensaba ensimismado cuando el móvil sonó.

Javi debía de habérsele adelantado. Su amigo era insistente, sin duda alguna. Sus llamadas perdidas lo demostraban. Se dirigió a su habitación y recogió el móvil de entre las sábanas.

Sonriendo miró la pantalla del móvil. Un escalofrío recorrió su espalda y su cuerpo entero. No era Javi.

Elena.

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