I like it

I like it
Take me to the place i love ... Take me all the way

13 de octubre de 2010

El verano ya pasó. Hace tiempo.

Ese miércoles era una mierda. Ese miércoles de una semana cualquiera, en un mes al azar. Casualidades, sí. ¿Lo era?

No, claro que no. Porque no era un día cualquiera, ni una semana cualquiera, ni un mes al azar. Era su día, de su semana, de su mes. Porque ese mes era la transición entre el calor y el frío, y las hojas caían, y la lluvia empapaba las calles, y el viento se colaba por las ventanas. Y los centros comerciales estrenaban las nuevas ropas del invierno. Y la calefacción comenzaba a calentar las casas por las noches. Y comenzaban los exámenes.

Porque esa semana era la del medio. La que marcaba la mitad, la semana más corta del mes. La semana en la que había dormido con ella. En la que los ensayos se sucedían con regularidad casi periódica. Porque ese miércoles no era un día cualquiera. Porque era trece, y el trece es el número de la mala suerte. ¿Sabíais que en algunos aviones, tras la fila doce continúa la catorce? No existe fila trece. Supersticiones, pensaba el chico.

Miércoles trece, de la semana del medio, del mes de transición. Otro día más. Madrugar seguía siendo agotador, el ritmo de las clases seguía resultándole vertiginoso Las chicas seguían siendo atractivas. El Internet volvía a no funcionar. Volvían las llamadas de teléfono. Y cientos de empresarios se adineraron gracias a los sufrimientos de personas más humildes. Y niños sin padres lloraron al verse abandonados. Como tantos otros días.

Sí, para cualquier persona ajena al chico de las pintadas en la madera, ése podía ser un día cualquiera. Uno de relleno. Uno más.

Pero no, no lo era.Porque ese miércoles trece, de la tercera semana del mes de las hojas caídas, era su favorito. No el del chico, no. Él no sentía predilección por ninguna fecha, y era muy posible que ella tampoco. Pero no era un día más. Porque aún con toda la continuidad, ella era una línea discontinúa. Porque trazaba vueltas imposibles, y se movía de un lado a otro, sin quedarse quieta en el plano.

¿Era una mierda de miércoles?

No. Porque ese miércoles trece, Matt se dio cuenta de que su solitaria, orgullosa y afortunada línea, se había entrelazado con otra línea hasta casi no distinguir entre los dos colores. De manera inexorable. Enorme.

Una línea naranja. Una línea que sonreía y fumaba a la vez. Una línea que superaba con creces a otras líneas. Pero no por comparar, no. Porque era un hecho. Porque esa línea consiguió enamorar al chico de verde.

Era miércoles trece.


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