I like it

I like it
Take me to the place i love ... Take me all the way

24 de noviembre de 2010

Es como sumar dos y dos. O algo parecido.

Un paso tras otro, el chico se perdía en las frías calles de la capital. Los altos edificios se alzaban a ambos lados de la carretera, y las luces parecían iluminar los lugares con menos necesidad de ser iluminados. El vaho se mezclaba con el humo de un cigarro, a la vez que el chico trataba de contar cuantos de éstos habían rozado ya sus labios en las últimas semanas.
La verdad era que no sabía dónde iba. Caminaba para no quedarse quieto, intentando calmar sus emociones. Buscando tranquilizarse. Porque sí. Aún con incoherencias gramaticales.

No obstante, la inmensidad de sus sentimientos no se lo permitiría. Los pensamientos corrían y se pasaban a vertiginosas velocidades, recordando, atrapándolo en un mundo del que difícilmente podría salir. El presente y el pasado parecían haberse unido esa misma tarde. Parecía, porque lo cierto era que ese chico no había hecho más que dejarse llevar por algo más grande que trece mil rascacielos. El melodrama había llamado a su puerta.

Y es que todas las personas tenían un pasado. Todas las personas habían forjado su carácter gracias a las experiencias pasadas, algunas buenas, otras no tan agradables. Y todo eso estaría ahí, siempre, porque había marcado a la persona. Matt siempre había escuchado con interés, cómicas o tristes, daba igual, para tratar de descifrar el carácter del interlocutor. Y le divertía hacerlo, era una especie de pasatiempo.

Nunca había preguntado más de lo debido. Nunca había indagado donde no debía haberlo hecho. Nunca había habido exceso de información.

Esa tarde, sin embargo, había entrado en shock al escuchar unas historias cómicas y recordadas con alegría. Unas especiales, claro.

"¿Dónde estaba yo?" se repetía una y otra vez mientras ella le contaba con todo lujo de detalles sus historias"¿Dónde coño estaba yo? Joder, joder" ¿Dónde iba a estar? Él estaba viviendo sus propias historias. No podía haber pensamiento más estúpido. No podía haber menos inspiración. Y es que esa pregunta se había repetido una y otra vez a lo largo de la tarde. Su humor había decaído al darse cuenta de la estupidez de ese pensamiento. Y tras la primera vez que formuló esa pregunta, un violento torrente de sentimientos arrojó al chico a las profundidades de sí mismo. Hundiéndole y zarandeándole en su propia mierda. O estupidez.

"Eres un jodido egoísta. Un hipócrita. Oh venga ya tío, no puedes ser más idiota" se dijo a sí mismo mientras cruzaba rápidamente la carretera y cambiaba de dirección. "Ten diecisiete años, joder"

Él era un chico de hechos y de números, y los porcentajes eran su especialidad. Al igual que sabía que el 23,7 por ciento de las personas fumaba, o que el 50 por ciento de las personas en Austria tocaba un instrumento, o que el 90 por ciento de los sueños nunca es recordado, sabía perfectamente que el 99 por ciento de su vida era ella. Y que el otro uno por ciento, lo pasaba pensando en ella. Porque había apostado todo, e iba al descubierto.

Y alcanzó a comprender lo mucho que dependía de esa chica. Lo mucho que se repetía. Lo mucho que la quería. Como su vida había subido a un Tio Vivo sin fijarse en lo que dejaba atrás, y ahora daba vueltas y vueltas alrededor de un mismo eje. De un eje naranja. Y que su órgano rojo se había largado lejos de él, con ella. Para no volver.

Ella nunca alcanzaría a comprender la inmensidad de esos pensamientos tan tópicos y repetidos anteriormente por tantos otros labios. El shock jamás causado anteriormente le había dejado sin aliento, pero aún estando con él, a su lado, ella no se había dado cuenta. Cierto es que su expresión no había variado ni un ápice, pero los ácidos líquidos estomacales habían comenzado a burbujear. Y su confusión bailó con sus mayores miedos, y se perdió en un laberinto de emociones, canciones preferidas, aspiradoras rotas y despertadores atrasados.

Y es que, el chico de los hechos se había acostumbrado a las sabanas moradas de una cama que no era la suya. Y ni por mil bajos, tres mil guitarras o doscientas hormigas, las cambiaría.

Porque ella era única chica de las converse.

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